El moro que vio a Galicia Hachs Mohamed Bu-Maiche
Autor: Valentín Paz-Andrade
Data de publicación: 19 de outubro de 1921
Medio: El Progreso. Pontevedra
Fue una tarde dominguera, en la acera del bar elegante de Tetuán. En estas ciudades moras –pobladas casi en su totalidad por contingentes indígenas y hebreos, que celebran su día sagrado en “yemáa” y “yemán” – la tarde de domingo no tiene, como en España, su tradicional y añejo prestigio popular. Pero a la hora españolísima del café, suele estar el “España” profusamente concurrido y brillantemente decorado. En torno a los veladores de cristal, arrellenados en muelles mimbres, liban y parlan jefes y oficiales, de diferentes armas y cuerpos, luciendo el corte pretencioso de sus guerreras, abiertas, prietas y entrabilladas, con los números y emblemas brillando sobre las hombreras. La militar y auriverdosa uniformidad se quiebra un punto donde solitaria, emerge con noble prestancia la figura de un moro. Frente a él y a su misma mesilla –por no topar cabida en otro lugar– nos sentamos. Nuestro vecino viste con rara elegancia los arreos de su raza; amplia y gris chilaba, blanca farachía y bedechia azul; calza a la europea y se toca con rojo tarbús, sin la flecada chichia.
–Emsek said –saludamos.
Nos contestó en castellano, en ese castellano inflexible que hablan los moros, suprimiendo las formas de la conjugación verbal y empleando solamente el infinitivo.
–De qué parte España ser tú –nos preguntó a poco de fijarse en nosotros.
–Soy gallego paisa.
–De qué parte Galicia ser tú.
–Pontevedra...
–¡Ah! Yo conocer Galicia... Pontevedra...
Formalizose entonces entre el moro y el cronista un diálogo animado e intrigante. A través de sus pintorescos parlamentos, Hachi Mohamed nos refirió el motivo de sus viajes a nuestra tierra y alguna de sus entresentidas impresiones sobre la raza y las ciudades de Galicia. De ésta lo más familiar para Hachi Mohamed es Mondariz, sus hombres, sus paisajes y sus fiestas. Hablome con veneración del ilustre patricio, fundador del balneario, Sr. Peinador Vela, de cuya llorada muerte fue testigo y a cuyas fúnebres exequias asistió. También me recordó la figura amiga de D. Enrique Peinador Lines, tan rechoncho y tan activo, con sus rubios mostachos y sus ojos casi saliéndosele de las órbitas, para mejor escrutarlo todo. Durante sus estancias en el balneario, Hachi Mohamed condimentaba muchos días manjares morunos, para regalar los paladares de los hermanos Peinador, de monseñor Fatiñas y de algún veraneante que se unía accidentalmente a los anteriores comensales. Impresionó vivamente a nuestro interlocutor el espectáculo de las romerías gallegas –particularmente la patronal de Mondariz, que se celebra en 16 de Julio– con su derroche de cohetes, su ruidescente charanga pueblerina y la gaita y tamboril enxebres, a cuyos sones danza, canta y aturuxa el mocerío aldeano, endomingado con vistosos trapos de fiesta. Hachi Mohamed concurrió a tomar las aguas de Mondariz durante cinco veranos consecutivos; el último en 1920. Acostumbraba a permanecer tres semanas en aquel balneario y, para mejor amenizar los días, solía hacer excursiones en automóvil a Vigo, Bayona, Pontevedra, Tuy, La Toja, Villagarcía... Hablome de los progresos materiales de la futura superciudad atlántica y de su magno puerto, que viene esperando en balde, año tras año, algunos de los millones estérilmente vertidos en estos trágicos yermos africanos:
–Madrid no conocer mar Vigo; Madrid tener olvido Galicia –me decía Hachi Mohamed, arrancando un latido descompasado a mi corazón de gallego.
De Pontevedra, no conserva nuestro moro otros recuerdos, que el de su pequeñez, el de su frivolidad y el de los paisajes y salones maravillosos de su río.
***
En una tregua de nuestra charla, Hachi Mohamed descubrió una magnífica bolsa de piel, prenda que todos los moros pudientes llevan colgando en bandolera, para guardar la “papela” el dinero, el pañuelo y los trebejos de fumar. De la bolsa, ornada de arabescos bordados en sedas rojas, esperaba verle sacar la larguísima pipa y la petaxa de kiff. Pero Hachi Mohamed no sigue en esto las costumbres de sus paisanos; ni más ni menos que cualquier refinado fumador europeo, ofrece y enciende cigarrillos emboquillados, y, al notar en mi resistencia a acompañarle mostró su sorpresa en esta pregunta:
–¿Español no fumar?
Pareciome oportuno el momento para indagarle acerca de su personalidad. Hachi Mohamed Bu-Maiche es uno de los moros más prestigiosos de la ciudad. Todos los vecinos de Tetuán lo conocen. A cada momento le veo contestar al saludo de los que pasan por la calle, ora moros, ora militares. Algunos se detienen a hablarle. Nuestro personaje nació en Tánger. Vivió la mayor parte de sus treinta años entre Melilla y España. Parece que su personalidad tomó vuelos desde que desempeñó un encargo de índole política encomendado por el Gobierno español. No logré hacerle decir en qué consistió tal misión. Al notar mi insistencia en este escabroso punto, desvió de nuevo la conversación hacia Galicia. Aludió entonces, como de pasada, a Santiago de Compostela, y, seguidamente, me confesó que de nuestra región le había satisfecho extraordinariamente su riente capital, La Coruña –que él pronuncia Coloña–. Esta es la ciudad gallega de que el moro de mi crónica guarda recuerdos más gratos. Mostrose verdaderamente entusiasmado de la acogedora simpatía que distingue al pueblo coruñés, de la belleza de sus mujeres, de sus regocijos y fiestas mundanas, y de las alegres noches estivales gozadas en compañía de “amigos de corazón verde”.
Finalmente, Hachi Mohamed, antes de dar por terminado nuestro diálogo, me ha dicho: que Galicia, además de ser la región más bella de España, posee los hoteles donde se come mejor; ha conocido a gran número de camareros gallegos, casi todos llamados de nombre Benigno y que “mujeras Galicia trabajar mucho, siempre canastos cargar cabeza, siempre comer pan de perro y beber vino negro”.
Estas últimas palabras del moro que vio Galicia, encierran en toda su crudeza una dolorosa verdad. ¡Cuántas veces, al contemplar sobre el seco haz de la tierra africana los diarios espectáculos de inhumana esclavitud a que vive condenada la mujer mora del campo y de la sierra; cuántas veces se ha sentido avergonzado el cronista por el recuerdo de aquellas otras mujeres del agro gallego, que aún padecen algunos vestigios de esta misma servidumbre.
Hachi Mohamed dejonos rumiando de nuevo, mentalmente, este amargo recuerdo; mientras llegaba a buscarnos la manuela andaluza, que en veloz carrera había de restituirnos al campamento.
V. PAZ-ANDRADE
Tetuán Axara, Octubre de 1921