El nivel económico de Galicia, a través de índices básicos
Autor: Valentín Paz-Andrade
Data de publicación: 1 de decembro de 1963
Medio: Faro de Vigo
Aunque el censo de Galicia ha decrecido, representa el 9% de la población de España. No pasa del 6,2% la participación de nuestro país en el conjunto de la producción nacional.
La disparidad entre ambos índices no es de tono menor. Suena como un grito en el papel. Un grito que se alzara contra la desigualdad de los pueblos para el acceso a la prosperidad. Voces concordantes recorren, desde la última post-guerra, el mapa del mundo.
El fenómeno de estancamiento resulta siempre consecutivo a la insuficiencia del desrrollo económico espontáneo. Pero la insuficiencia deriva a la vez de distorsiones estructurales o vacíos institucionales, que engendran el círculo vicioso de la depresión: pobreza rural, auto-consumo, desbandada migratoria, evasión del ahorro, anemia de capital industrial, bajo nivel de ingreso por habitantes.
En Galicia, esta rueda-rueda de desdichas, no se ha organizado ahora. Pero puede ser ahora la hora de desorganizarla y liquidarla. En cualquier caso, para que los gallegos tomemos consciencia del problema, todo esfuerzo debe ser útil y toda ocasión aprovechada.
La curva demográfica
Desde 1900 a 1959 Galicia como vivero humano fue sometida a dura pureba. Con 1.980.000 habitantes al arrancar el siglo, alcanzó al promediarlo un treinta por ciento de aumento. Si bien el sustraendo de la emigración, principalmente la orientada hacia América no fue inferior a una media de 25.000 almas al año, el superavit demográfico se mantuvo. Durante la media centuria, puede decirse que el excedente de la natalidad ganó su mayor batalla.
Por muy prolífica que la raza sea, un proceso tan fuertemente diezmado no podía sostener su exhuberancia indefinidamente. Es ahora cuando la declinación comienza a transparentar en la pantalla estadística. Así, el censo de 1960 registra sólo 2.602.962 habitantes para las cuatro provincias. El de 1950 había registrado más: 2.604.200.
A través de una década, de tanto florecimiento económico para otras regiones, el signo demográfico de la nuestra pasó de positivo a negativo. Dentro del lapso intercensal, la provincia de Lugo perdió el 5,8% de su población y el 3,5% la de Orense. Aunque el déficit no sea de gran magnitud, justifica la alarma como síntoma. Cuando menos revela que, entre el atraso y el éxodo, han llegado a neutralizar el nivel de crecimiento vegetativo. En la historia moderna de Galicia, esta advesidad biológica se ha registrado ahora por primera vez.
Índice de población activa
Del total de la población interesa ahora desglosar ahora la económicamente activa. Tal operaciópn puede poner de relieve el daño consecutivo a la continua exportación de “riqueza humana”. Según algún autor, “equivale a destruir para nuestro progreso económico... el legado de las generaciones creadoras del futuro”.
Midiéndola a través de los dos últimos censos, la fuerza de trabajo disponible en Galicia, acusa decrecimiento global. El de 1950 registó en la región 1.153.344 individuos económicamente activos. En 1960 el número fué solo de 1.019.283. Del 44,5% de la población total se ha reducido al 40,5% aproximadamente.
Si el cómputo fuese de fiar, resultaría que durante la última década, las milicias de la producción en Galicia han tenido 134.061 bajas no recuperables. O qué, al menos en proporción análoga, el paro latente ha aumentado. La población activa se adscribe a distintas clase de ocupación. Un primer desglose muestra que el sector primario fue alcanzado de lleno por la onda depresiva. De 888.466 individuos activos, en su mayoría entregados al trabajo agro-pecuario, en 10 años se redujeron a 620.437. Del 71,83% del total bajó a 61%. Consolémonos con que en el mismo período, el conjunto de los sectores secundario y terciario hayan aumentado sus contingentes. De 204.918 a 498.746 ocupados.
Este elemental cotejo enseña que la trasferencia de la mano de obra rural a la industria y los servicios, se ha intensificado. Sin embargo, 620.437 personas activas en el sector primario, suponen un oneroso lastre. Aunque cada una sostenga sólo a dos iniciativas o semi-iniciativas, queda un saldo de 1.800.000 o dos millones de personas que viven con un nivel de ingreso exiguo.
El ingreso por habitante
La orientación del análisis conduce a considerar otro índice típico. El de la renta “per capita”. Según el cálculo por provincias más reciente, la media nacional en España no pasa de 18.057 pesetas por año.
Se refiere a 1960. En la misma época llegó en Estados Unidos a 137.403 ptas., en Canadá a 65.179, en la Gran Bretaña a 55.405, en Bélgica a 55.377, en Alemania Federal a 55.377, en Italia a 30.328. Sólo en Portugal fue más baja: 13.356 pesetas.
Dentro de su modestia, de 1955 a 1960, el índice de la renta española experimentó un aumento nominal de 6.742 pesetas. Ni siquiera ésta evolución benefició a Galicia en medida proporcional. Referida a 1955 la renta por habitante fue aquí de 7.530 pesetas. En 1960 no pasó de 11.982.
Para el conjunto de las 50 provincias españolas, el incremento se cifró en aquellas 6.742 pesetas -algo más de 1.100 pesetas, por año-. Para Galicia, en cambio, no pasó de 4.479 -menos de 750 por año-.
Pero en 1957, la peseta, con relación al patron monetario internacional, perdió oficialmete el 50% de su valor. Por tanto, el incremento de la renta real en Galicia no pasó de 2.349,50 pesetas, en los 6 años. O sea, 373,25 en cada uno referido a pesetas de 1955.
La veracidad de éstos cálculos no merece la consideración de artículo de fe. Resulta, sin embargo, suficientemente reveladora de la debilidad que reviste en Galicia, la tasa anual de crecimienteo de la renta “per capita”. En los seis años, dentro de la lista por provincias, ordenadas de mayor a menor, las cuatro gallegas permanecieron en la segunda mitad. Las de Courña y Lugo en el tercio final. Y la de Orense en la cola.
Composición del producto regional
Así del proceso de despoblación que se acusa en dos provincias, como del bajo nivel rentístico de las cuatro, responde una sola causa. No es otro que el equilibrio crónico entre las magnitudas básicas: población y producción. Dualismo de perfil clásico, como si detrás del telón descorrido por Keynes aún vagara la sombra de Malthus.
Para la determinación del producto nacional bruto, con desglose poe provincias, se dispone hoy de dos fuentes: la del Consejo de Economía Nacional, y la del Banco de Bilbalo. Ambasofrecen los datos referidos a 1960. La primera cifra la producción de las cuatro provincias gallegas en 31.334,7 millones de pesetas. La segunda en 32.604,4. O en porcentajes del total nacional, el 6,2% y el 6,04% respectivamente.
Una diferencia de 1.269,7 millones de ptas., para un solo año y una sola región, predispone a cierta reserva sobre la fiabilidad de los datos. Aparte de su volumen global, desde el ángulo sociológico interesa indagar la procedencia sectorial de los componentes:
C.E.N B. de B.
Agricultura y pesca 12.908,1 mlls. ptas. 13.671,7 mlls. ptas.
Industria 6.162,1 mlls. ptas. 7.060,5 mlls. ptas.
Servicios 12.270,5 mlls. ptas. 11.872,2 mlls. ptas.
31.340,7 mlls. ptas. 32.604,4 mlls. ptas.
Tanto en fución de la primera columna, como la segunda, la localización estamental del fenómeno depresivo resulta claramente deslindada. La línea de arriba sitúa entre 13.000 y 13.700 millones de pesetas, la producción anual bruta del sector primario. Sumadas las dos líneas colocan entre 18.400 y 19.000 la producción conjunta de los sectores secundario y terciario. En porcentajes del total, el 40% y el 60, aproximadamente.
La paradoja salta con brusquedad. Porque el 61% de la población activa de Galicia está adscrito a la agricultura y la pesca. Sólo el 39% restante, a la industria, el comercio, los transportes, los servivios profesionales, públicos, etc. O sea, el mayor contingente de fuerza de trabajo sigue retenido en las ocupaciones de menor productividad.
El proceso de industrialización
El anterior análisis basta para poner al descubierto, aquella parte de la esrructura económica de Galicia, donde debe iniciarse la ruptura del círculo depresivo. Si el dualismo entre la producción y la población, acusa su mayor intensidad en el sector primario, en éste será necesario operar con prioridad. Pero sin exclusividad.
La recera es conocida. Obliga a programar simultáneamente el desarrollo, tanto en el sector agro-pecuario como en los otros. Especialmente en el industrial. Aunque sea indispensable introducir cambios produndos en la infraestructura y la estructura del campo gallego, el aumento de puestos de trabajo ha de obtenerse principalmente en las fábricas, los talleres, los buques, las oficinas, los transportes...
Si bien la industrialización no sea la meta última es el instrumento universalmente experimentado para crear núcleo; generadores de rentas. Sólo proporcionando mayor acceso a ellos, se logrará fijar en el país los excedentes de brazos, con aumento paralelo de la demanda global de los bienes y serviciso producidos.
La estadística permite compulsar la marcha de este proceso, en las cuatro provincias galegas, desde el año 1955 al 60 inclusive. Las cifras, contrariamente a los que se espera, demuestran que el ingreso regional procedente de la industria, comparado con el de la agricultura en vez de aumentar viene decreciendo, incluso en las provincias más desarrolladas:
1955 1960
Agric.% Indus.% Agric.% Indus%
Coruña 48,88 51,12 55,9 44,1
Lugo 73,24 26,76 75,1 24,9
Orense 60,38 39,62 61,1 38,9
Pontevedra 47,76 52,24 61,3 38,7
El fenómeno invierte sus términos en las regiones de economía próspera. Así en las Vascongadas, Asturias y Cataluña, la participación de la industria en la producción global fue en 1960 del 82,76 el 60,25 y el 79,9% respectivamente.
La expulsión del capital
A través de los indices traidos a colación, la economía de Galicia acusa su débil pulso. Sobre el fondo de cuadro, se extiende con trazo típico, el fenómeno myrdaliano de la “causación circular acumulativa”. Pero falta aún otro elemento clave.
“El problema cental del desarrollo económico consiste en su financiación”, escribe Gannagé. Y Velarde Fuertes añade: “un programa de desarrollo económico necesita apoyarse en una estructura económica que no expulse el capital de si misma”. O sea, una estructura que, cuando menos, sea institucionalmente apta, para retener el ahorro voluntario, personal o de empresa, y lo canalice hacia la inversión dinámica dentro del área de origen.
Justamente lo contrario de aquello que viene sucediendo en Galicia. La estructura financiera dominante, funciona sin vinculación deliberdada a la financiación de negocios insitu. Grandes bancos comerciales y cajas de ahorros, como misión coexistente con su tráfico específico, ejercen otra a término ilimitado. Otra, silenciosa e inoperante, pero de profunda influencia en la fisiología económica regional.
Acumulan en cuentas y libretas, el dinero excedentario de imponentes y despositantes, para darle después con preferencia formada o discreccional un destino casi siempre ligado al desarrollo de otras regiones. Importa poco que los saldos de nuestras cajas de ahorros, circunstancialmente incrementeados por la diástole pecunaria de la emigración, crezcan en razón a 1.250 o más millones de ptas, por año. O que las cuentas acreedoras de la banca gallegas superen, como en 1962, los 1.700 millones de aumento anual. Y menos importa que entre los demas bancos, con sucursales en Galicia, puedan doblar ambas cifras.
Mientras los fondos del ahorro voluntario, no sean utilizados con prioridad en la promoción del desarrollo industrial, localizado en Galicia, no será desterrada la “tradición del estancamiento”. Continuará la expulsión del capital predestinado a la inversión en nuevas empresas. Y con ella, la de aquellos otros recursos cuya acción, combinada con aquel factor, generan la producción y la renta: mano de obra, energía, primeras materias...
Pero no olvidemos que éste mal ya puede atajarse desde casa. La regresividad del drenaje financiero interregional y sus secuelas empobrecedoras, han contribuido a determinar la reforma reciente del régimen bancario. Supone, como es sabido, la abolición del “statu quo” y la autorización para fundar “bancos industriales y de negocios”. Con lo cual Galicia tiene ahora a su alcance la facultad de revindicar el ahorro propio a los objetivos de su desarrollo industrial. Tiene la posibiidad de forjar una estructura de crédito, especializada y autónoma destinada a financiar la programación del desarrollo económico el reflotamiento social de la región.
He ahí unas cuantas premisas, de las cuales, en conclusión, brota un dilema. Sazonado y elemental dilema, con el cual parece que ha llegado el momento de enfrentarse.
O nos resignamos a que el país, desde su vanguardia urbana a su lastre rural, siga adherido al círculo de la depresón, o intentamos descomponer ésta ingrata figura y transormarla en otra: la “espiral ascendente” de la expansión.
Vigo, Noviembre de 1963