Galicia problema humano
Autor: Valentín Paz-Andrade
Data de publicación: 6 de abril de 1960
Medio: La Voz de Galicia
Recollido en O legado xornalístico de Valentín Paz-Andrade, A Coruña: Biblioteca Gallega, 1997, pp. 97-104.
LA TASA DE INCREMENTO DEMOGRÁFICO
El «pequeño ahorro» que al precio elevado de la emigración consigue el modesto trabajador gallego, se canaliza a través de los tradicionales vehículos económicos, hacia regiones de indiscutible prosperidad, y así Galicia ni siquiera puede beneficiarse del esfuerzo de sus hijos.
De tiempo en tiempo es necesario verificar el cómputo de los que somos. Para conocer la evolución interna del país, partiendo de premisas vivas, hemos de comenzar la indagación por la estructura demográfica, que es la solera de sangre. Y en la sangre está la fuerza.
Pueden las estadísticas de la población ser consideradas como instrumento meramente espectroscópico con escasa aptitud para revelar los matices inaparentes del fenómeno humano. Pero si se manejan en conexión con la realidad social a estudiar, siempre será posible trascender la fría frontera del número. Sólo a través de aquellas frondosas lentes, en determinado momento, nos será dado compulsar la fluctuación de nuestra vitalidad como pueblo.
Al témino del año bisiesto, redondo y azaroso que va transcurriendo, nos espera la hora del recuento general. Funcionarán a domicilio las hojas pautadas del empadronamiento, y quedará compuesto el nuevo alarde demográfico. Sin esperar a que la operación se ejecute directamente, la predicción puede intentarse sin riesgo de abultado error. Así, el Anuario de 19591 anticipa datos suficientes para prefigurar los resultados que a nuestro objetivo conciernen.
Con referencia al 1 de julio de 1960, aquella publicación estima en 30.128.056 habitantes la población de España. A comienzos de la década de los cincuenta era de 27.976.755. Por consiguiente, el incremento nacional de censo a censo se cifra en 2.151.301 almas. La diferencia en más no resulta explosiva, pero sí holgada. Equivale a un 7,7% aproximadamente.
En Galicia, según datos de la misma fuente, apenas rebasará el 4%. La suma de la población radicada en la cuatro provincias era de 2.604.200 habitantes en 31 de diciembre de 1950. Con relación al 1 de julio de 1960 se calcula en 2.714.163. O sea, que la diferencia en más ?109.963 habitantes? que se espera, apenas sobrepasará la mitad de la tasa de incremento demográfico alcanzada en toda España durante el mismo decenio. Todo ello, claro es, si las estimaciones no fallan.
EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN GALICIA
La simpre confrontación de uno y otro dato suministra un primer contraste sociológicamente significativo. Denuncia la presencia, en la estructura demográfica de Galicia, de ciertos factores depresivos, a los cuales parece inmune la estructura demográfica nacional. Pero calando algo más en la primera, descendiendo al cotejo inter-provincial, se obtienen resultados de mayor precisión y más aguda discriminabilidad. Brotan del siguiente cuadro:
POBLACIÓN 1950 1960 DIFERENCIA |
Coruña 955.772 1.030.356 +74.584 |
Pontevedra 671.609 701.247 +29.638 |
Orense 467.609 477.246 + 9.343 |
Lugo 508.916 505.314 - 3.602 |
La curva de la fluctuación intercensal es de crecimiento en tres provincias, pero se desarrolla bajo signo decreciente respecto a otra. El déficit demográfico que habrá de acusarse en la de Lugo no puede calificarse de agudo, pero llueve sobre mojado. En los censos de 1920, 1930 y 1950 ha ocurrido otro tanto en la misma demarcación, llegando a representar tal descenso en la segunda década del siglo una pérdida neta superior a las 10.000 almas.
Las otras tres provincias resultan menos vulnerables, pero en la de Orense el incremento no pasa del 2%. Mejora bastante, con más del 4% en la de Pontevedra. Sólo en la de Coruña se acerca al 8%, equiparándose al coeficiente nacional.
EL ÍNDICE DE CRECIMIENTO VEGETATIVO
A pesar de la reiterante claudicación que se registra en la provincia de Lugo, desde 1900 a 1950, la población de hecho de Galicia mantuvo un ritmo de crecimiento bastante generoso. Y hasta firme si se enfoca globlamente. En las cinco décadas el 30%. O bien, a razón del 6% teóricamente en cada una.
Si en el sexto decenio ha disminuido casi dos enteros, el fenómeno depresivo debe comenzar reflejándose en el índice de crecimiento vegetativo. Conocemos el correspondiente a 1958 y puede servirnos para extraer, por vía comparativa, alguna conclusión más.
Así, el exceso da nacidos vivos sobre defunciones en aquel año ha sido de 20,85 x 1.000 en Las Palmas, de 19,75 en Cádiz, de 19,45 en Vizacaya, de 19,44 en Almería, de 18,44 en Jaén, de 18,09 en Granada… La media nacional, por cierto más elevada que la de Portugal, Francia, Inglaterra… fue de 13,16 x 1.000.
Pero este lucido promedio de superávit vital resultó inasequible para Galicia. Incluso en las dos provincia caracterizadas por su exuberante biología. Tal enseñanza muestra el siguiente cuadro:
PROVINCIAS ÍNDICE ANUAL DE SUPERVIVENCIA |
Pontevedra 12,72 X 1.000 habitantes |
Coruña 10,33 X 1.000 habitantes |
Lugo 6,65 X 1.000 habitantes |
Orense 6,40 X 1.000 habitantes |
Las provincias orientales ofrecen un remanente demográfico a todas luces exiguo. Por debajo sólo quedan cinco de las restantes provincias españolas: Huesca, con 5,80, Gerona y Baleares con 5,83, Castellón con 5,17 y Tarragona con 5,14.
El contraste más detonante se obtiene comparando la evolución del mismo índice dentro del marco regional. Las provincias occidentales duplican prácticamente la tasa de supervivencia de las otras dos. La de Pontevedra, por efecto de la de natalidad, más alta ?21,10 x 1.000?. La de Lugo y Orense no pasan de 15,95 y 15,28, respecto al índice positivo, no bajan de 9,29 y 8,88, respecto al negativo.
LAS SECUELAS DE LA EMIGRACIÓN
Hasta aquí el análisis se ha ceñido a la población físicamente enlazada con la tierra de origuen. Pero Galicia, como problema humano, tiene una segunda vertiente. Aquélla por la cual se desliza la problación físicamente desenlazada del solar nativo. Porque la segregación geográfica no comporta en este caso la desvinculación sentimental ni en términos absolutos la cultural ni la económica; es más necesario admitir el carácter bifronte del tema, si ha de ser tratado íntegramente.
No se han publicado aún las cifras del movimiento migratorio registrado en 1959. Tampoco se dispone de las correspondientes a las migraciones interior y continental, tanto de dicho año como de los precedentes. Aun reduciendo el alcance del análisis a la evasión trasoceánica, habremos aislado el agente macroscópico de la fluctuación, cuando no de la crisis demográfica de Galicia.
De 1950 a 1958, inclusive, según cantan los número, 219.782 gallegos han abandonado su tierra y se acogieron a la hospitalidad de las americanas. Completando por estimación el volumen de la emigración en el decenio, resulta superior al 10% de la población asentada. O sea, de la que ha crecido tan sólo en la proporción del 4% en el mismo período.
Si se hubiera eliminado aquel copiso sustraendo, al finalizar el año en curso la población de Galicia remontaría los 3 millones de habitantes. En esta hipótesis juega la tasa de migración ultramarina, sin deducir la inmigración devolutiva. Si ésta se computara, el volumen de la pérdida se reduciría aparentemente a un tercio o poco menos. No se reduciría efectivamente, porque la emigración, suctora de la prenitud vital, extorna el saldo de los vencidos y no población activa.
Aun limitando a diez años la proporción del impacto la emigración, sus efectos inhibitorios del crecimiento vegetativo están a la vista. Pero el mal viene de muy atrás. En los seis decenios transcurridos del siglo XX, la emigración gallega a Ultramar ha absorbido más de 1.000.000 de personas. Es decir, más de la mitad de la población radicada en el país. Por tanto, sin semejante tara, el censo de Galicia se habría elevado a 4.500.000 habitantes. Tanto como la mitad de la población de Portugal y como toda la de Dinamarca.
EL NIVEL DE RENTA «PER CÁPITA»
Tan evidente como la relación de causa a efecto, entre el volumen del éxodo y la depresión demográfica, es la existencia entre aquella sangría suelta y el nivel de renta por habitante. En este índice estrictamente económico se manifiesta el desequilibrio entre necesidades y recursos, resultado de un estado plurisecular de subdesarrollo de las producciones dominantes.
En Galicia, tres cuartas partes del país aún pertenecen al estamento del arado. Constituyen una masa ultra-mayoritatia, pero empobrecida, infra-productora y, consiguientemente, infraconsumidora. Es el bloque de la población rural y semi-rural, cuyo proceso crónico de sub-ocupación oculta desemboca en la herida abierta de la emigración.
La confirmación directa de tan conocido diagnóstico puede obtenerse con facilidad. Según la más reciente estimación de la renta nacional por provincias2, la de Orense queda a la cola. Se le asigna para 1957 un ingreso «per cápita» de 7.893 pesetas. La misma, en el decenio 1946-57, ha dado a la emigración, en relación al número de habitantes de las provincias gallegas, el tributo más alto: 111 x 1.000.
La publicación que suministra este dato3, añade que en el mismo período las provincias libradoras de «mayor contingente de emigración no son la de más bajos niveles de renta, ni las que presentan caracteres de infra-desarrollo más acusados». Afirmación que no resulta válida ni aun referida a Santa Cruz de Tenerife, en la que llegó a 125 x 1.000 la intensidad emigratoria, dentro de aquellos límites cronológicos. Porque en la relación cuantitativa de la renta por habitante aquella provincia insular figura bajo el número 3, con 10.773 pesetas. O sea, en la mitad inferior de la escala, donde también se clasifican las cuatro provincias gallegas.
De éstas, las dos más favorecidas son la de Pontevedra, con 12.342 pesetas, y la de Coruña, con 12.021. Lugo figura con 10.415 pesetas. Por tanto, es mucho más cierto que las provincias más castigadas por la emigarción soportan también bajos niveles de renta. Tanto, que todos quedan a distancias de la media nacional, estimada reciententemente por el Consejo de Economía Nacional, para 1959, en 15.787 pesetas el mismo año, o en 1.577 en pestas de 1953.
La tesis pudiera reforzarse aún apelando a la confirmación indirecta. Las recaídas de la provincia de Lugo en el déficit demográfico resultan consecutivas a su más bajo coeficiente de industrialización. La agricultura representa en ella el 77,53% del total de su producción. El mismo coeficiente baja en la de Orense al 58,76, en la Coruña al 52,50 y en la de Pontevedra al 52,10.
En todas, el nivel de la producción industrial, incluida la de servicios, resulta notoriamente deprimida. Basta recordar que en las provincias prósperas, como Barcelona, Guipúzcoa, Vizcaya, Madrid… llega al 93,63, al 93,38, al 91,62, al 91,78%... de la producción total, mientras en la más industrializada de Galicia no pasa del 47,90.
Recientemente el profesor Francesco Vito, explicando «la teoría económica espacial y los principios de la política regional», en París4, formuló una diferenciación doctrinal entre «economías atrasadas o bloqueadas», «economías subdesarrolladas» y «economías deprimidas». Si realmente no se trata de uno, y lo mismo referidos a Galicia, no sería fácil aplicar uno de tales conceptos prescindiendo de los otros.
Mientras la clave de la economía regional no sea la renta agropecuaria, podrá apreciarse el primero de los tres conceptos implantado en la agricultura, el segundo frenando la industraliazación y la expansión de las actividades terciarias, y el último como expresión del conjunto y de la relación con otras economías. Todos pueden contribuir en nuestro caso a perfilar el círculo vicioso en que, por ahora, se hallan encerradas las perspectivas de desarrollo económico y mejora social en la región.
1 Instituto Nacional de Estadística: «Anuario estadísticao de España». Año XXXIV. Madrid, 1959
2 Banco de Bilbao: «Renta Nacional de España y su distribución provincial»,1957. Estimaicón-1958. Bilbao, 1959.
3 Institulo Español de Emigración: «La Emigración Española y el Desarrollo Económico». Madrid, 1959.
4 Gaston Luduc: «El desarrollo Regional. Teoria y Política». Consejo Económico Sindial Nacional. Doc.núm. 64. Madrid, 1960.