Impresiones de un expedicionario. “Murcia en campaña”
Autor: Valentín Paz-Andrade
Data de publicación: 17 de setembro de 1921
Medio: Faro de Vigo
Ceuta
Por comunicaciones informativas más veloces que la postal, conoce ya el lector la trayectoria recorrida por la expedición del “Murcia” hasta aposentarse, acaso también transitoriamente en estas tierras aspérrimas del Laucién bajo.
Tras la breve estancia de unas horas en Cádiz, reemprendimos viaje con rumbo a Ceuta, en cuyos muelles desembarcamos al amanecer entre brumas el día 2.
De Ceuta pudiera decirse que es una pequeña ciudad andaluza que ha pasado el estrecho. La población indígena es en Ceuta tan escasa, que apenas si pueden comprenderse en ella, más que algunos moros acomodados, mal avenidos con el vivir salvaje de los aduares, y los modestos traficantes que abastecen á la ciudad con productos de huertos, establos y corrales. Constituye la nota pintoresca de las mañanas en Ceuta, el desfile de numerosísimos rebaños de cabras de leche, que invaden las angulosas y estrechas callejas, llevando de casa en casa el nutritivo néctar de sus pródigas ubres. La población no militar española, es así mismo poco considerable, tanto que Ceuta, más que una ciudad, en el sentido civil de la palabra, es una verdadera colonia castrense. Los edificios , de capacidad superior á la de las viviendas particulares, están destinados á cuarteles,oficinas del ejeército ú hospitales nilitares. La mejor, y no se si la única sociedad de recreo, llámese “Casino Militar”. Hasta cualquier mal cirujano de la boca se anuncia, en el frontispicio de su clínica como “dentista militar”. No es de extrañar, sin embargo, esta saturación de “militarina” -que diría Baroja- si se tiene en cuenta ue Ceuta es la capital militar de la zona occidental del Protectorado español en Marruecos: diariamente llegan á la paza y salen para las distintas posiciones, tropas de todas las armas procedentes de la Península y del relevo de los campamentos próximos; camioneras de sanidad trayendo heridos; barcos cargados de material de guerra, víveres, municiones, etc.
En cuanto á consideraciones de orden mundano, todo el que visite Ceuta conservará de ella, cuando menos, una visión grata: la de sus extraordinarias mujeres. Difícilmente se podrá encontrar en España una ciudad en donde exista, proporcionalmente, igual número de bellezas femeninas. En la Plaza de los Reyes, todas las tardes de ocho á diez, puede comprobar quien lo desee, la verdad de nuestra afirmación, más convendrá que advirtamos, de pasada, que es inútil pretender el corazón de las ceutíes, si no se ostentan, cuando menos, un par de astros en las bocamangas.
Tetuán
Entre Ceuta y Tetuán circula un ferrocarril de vía estrecha, que inseperadamente devuelve al ánimo, una sensación de europeismo progresivo. El paisaje, crudo y seco, de perfiles duros y yermas arideces, asombrecido en la parta ás elevada del horizone por la silueta fatídica del penal “El hacho”, se va haciendo amable y vario á medida que nos alejamos de la costa y nos aproximamos á la cuenca del Samir. A una y otra margen de la vía que nos lleva a Tetuán, se columbran infinidad de fortines encaramados sobre las abruptas crestas de las montañas norteafricanas y se extiende sucesivamente, como hormigueros de Marte, los campamentos de Castillejo, Negro Rincón de Medik, Riflen, etc. En todas estas comarcas, algo pobladas, que la línea ferroviaria atraviesa, existen sendas estaciones cuyos albeantes edificios de ladrillo, erizados de almenas y moriscas torrecillas, lucen rótulos en castellanos, subrayados por los garabatos de la traducción árabe. A las ocho de la mañana del domingo, día 4, llegamos á la estación de Tetuán, donde, como en Ceuta, como en Cádiz, como en Vigo, una banda militar -la de Cazadores de Talavera- nos saludó batiendo los resobados acordes de “Las corsarias”. Tetuán es ya una población mora por los cuatro costados, a pesar de la andaluza Plaza de España, en la que se levanta el palacio del Alto Comisario.
Las barriadas hebrea y moruna, la calle y la Mezquita de Sidik Saida, los morabitos, las artísticas puertas de Ceuta, Tánger y Fez, acreditan irrebatiblemente la ascendencia musulmana de este pueblo, que es, por lo demás, una ciudad improvisada á fuerza de cemento armado.
Las rúas de Tetuán semejan de ordinario, y especialemente los días de zoco, una pintoresca feria de chilabas, albornoces, jaiques, guerreras españolas, turbantes, gorros boicornes de los legionarios, chichias, etc., entre la cual pasa casi inadvertida la población civil europea.
El batallón en Lauzien
Sin detenerse apenas en Tetuán, el batallón, siguió á pie por la polvorienta carretera de Tánger paralela en parte á la línea del tranvía á Xexauen, en construcción. A nueve kilómetros de camino, frente al Monte Cónico -Bautizado, por cierto, con geométrica propiedad. Está Lauzien, la posición á donde hemos venido destinados. Se asienta el campamento del Lauzien bajo, en una extremidad del monte del mismo nombre, á cuyo pie se extienden su amarillenta sábana rastrojos y barbechos que surca un riachuelo. La tropa del 37, así como las de otros destacametnos de Infantería, Caballería y Artillería, que también guarnecen la posición, se aloja en varios barracones, donde si la comodidad no es grande la ventilación es abundante. Fuera del recinto existen sórdidas cantinas, creadas exclusivamente para que no enmohezcan en la quietud los dineros del soldado. Esta y las demás posiciones de la contornada, se comunican diariamente con Tetuán, por medio de autocamiones conducidos por ingenieros militares y los carros regimentales.
Al día siguiente de nuestra llegada á Lauzien, dos compañías de “Murcia”, la segunda y la tercera, realizaron su rimera salida, acompañando á un pequeño núcleo de regulares en una operación de policía, en la Cábila de Menyera, distante 30 kilómetros de Lauzien. Ambas compañías regresaron al campamento sin novedad en la mañana del martes.
Diariamente, la compañía á quien corresponde de servicio, efectúa de mañana la descubierta, monta del servicio de guardia, en las aguardas y en el parapero.
A las seis de la tarde se recoge el de aquellas, reforzándose el de éste después de la oración. Las compañías francas de servicio se dedican á instrucción, prácticas de movimietos de combate, ejercicios de tiro, paseos militares, etc. Los domingos oye misa la tropa en la misma posición.
Además de esta actividad militar, el campamento tiene también su vida espiritual. Pero como hoy he sobrepasado excesivamente la media de una crónica, otro día intentaré mostraros el alma del Batallón.
Valentín Paz-Andrade
Desde Lauzien, a 8 de Septiembre de 1921