Impresiones de un repatriado: Resaca trágica
Autor: Valentín Paz-Andrade
Data de publicación: 5 de febreiro de 1922
Medio: Progreso
Otros pálidos, lumbres convalecientes de sol invernal acarician la ciudad penitenciaria y militar. Al fondo las sierras africanas entocan sus torvas cúspides con turbantes de brumas sombrías. El mar se repone tras la galerna -hay fatiga en las ondas azulencas que se quiebran sin violencia contra el cantil de los malecones. En los muelles, umbrales abiertos al tráfico heterogéneo de todas las entidades, hay trasiego de soldados.
No son aquellos batallones marciales, pulcros, escenográficos; aquellas falanges de mozos animosos que en las levas del desastre, cuando en días ardosos u conturbados de Agosto, España envió a la tierra indómita. No es tampoco el turno de los reemplazos -repatriación de veteranos e incorporación de bisoños-.
Es la cara triste y muda de los cuerpos vencidos por el dolor. Son los que vinieron sanos y fuertes y tornan destrozados por la fiebre o por el plomo. Cubierto con la manta raida o el recio capotón de campaña, descienden macilentos de los auto camiones de evacuación. Traen del campo los rostros escúalidos y barbados; la tez recurtida por el sol y la arcilla de las trochas; desteñido, exshausto y roto lo que fué uniforme.
...Una vieja nave recibe y aleja en su vientre insaciable la carne enferma o mutilada que la guerra devuelve, en sus resacas trágicas a los patrios hogares.
A filo de la media noche el barco se despereza. Crujen cadenas sobe cubierta, retiemblan los compartimentos al acrecer el jadeo de las calderas poderosas: la sirena alarea... Lentamente perdemos el conacto con el suelo maldito. Para asegurarse de que efectivamente nos apartamos de él, algún incrédulo llega hasta la borda.
La fortaleza penitenciaria de El Hacho a un destacada medrosamente su siniestra silueta, al respaldo de la ciudad dormida. Sierra Bullones adelanta hacia el mar sus calvas eminetcias. Laten en la tiniebla los faros de Ceuta, Tarifa, Algeciras y Gibraltar. El peñón muestra difuminada la enorme mole bicorne como una alusión insolente. El estrecho abre dos caminos en el mar: hacia occidente la ruta infinita de las razas fuertes, de los pueblos nuevos, de las culturas en flor, hacia oriente la ruta limita la y explotada de los expueblos; el mar muerto de las muertas civilizaciones clásicas.
La vieja nave sigue los rumbos del viejo mar.
Estamos en Europa. Por Andalucía...
Los muelles de Málaga se tienden hacia el Mediterráneo, como brazos acogedores de la ciudad hospitalaria atenta a todos los dolores de la tragedia. Aquel contraste turbador que entemos al pasar del paisaje gallego al norteafricano, no se repite ahora al cambiar éste por el de la costa andaluza.Entre una tierra y otra -que un mismo mar une- existen analogías y parentescos innegables. El castillo moro de Gibralfaro, que se yergue sobre un cerro dominando a Málaga, acentúa la semejanza. Otros detalles de color y contorno flora y suelo, principalmente completan la impresión. No obstante, estas son tierras bien avenidas con la paz. Falta en este paisaje aquella sensación de agresividad que nos asalta ante los Kudías bravíos y salvajes de allende el chaco, donde, como la raza; está también la tierra en armas.
V. PAZ ANDRADE
Buque-Hospital “Alicante”
Enero de 1922
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