Las pesquerías españolas austro-atlánticas
Autor: V. Paz-Andrade de la Unión Española de Armadores Pesqueros. Vigo (España)
Data de publicación: 15 mayo 1963
Medio: Industrias Pesqueras
El fenómeno de mayor calado, que está produciéndose en la economía pesquera mundial, parece identificarse con el cambio de perspectiva y dimensión, en el uso de los recursos del mar. Las ideas de corto vuelo espacial, sobre la accesibilidad a la apropiación, están perdiendo vigencia. Simultáneamente, ciertas posiciones consagradas, sobre determinados modelos de explotación, comienzan a quedar desplazadas por otras mucho más dinámicas.
Hasta hace pocos años este proceso revestía la forma de mero alargamiento lineal de la órbita de pesca. Siempre con las limitaciones propias de las unidades navales de tipo tradicional. Tal es la frontera quebrada por el impacto de la tecnología moderna. La proyección que ésta adquiere, puede constituir una respuesta convincente a las penurias de la “overfishing” y una contribución positiva a la lucha universal contra el hambre.
Para ello será necesario que al incremento de la potencialidad de captura y consiguiente movilidad de los factores, se añada otro elemento. El de una mejor redistribución de los recursos, sin mengua de su conservación. Dentro de la nueva tendencia ha despertado interés en la esfera internacional la expansión hacia el hemisferio Sur, emprendida desde base española. El desarrollo de tal experiencia no ha llegado al apogeo, pero ya permite obtener algunas deducciones de naturaleza técnico-económica, con significado orientador para la evolución futura de la pesca a larga distancia.
ESTRUCTURA Y ESPACIO PRODUCTIVOS
RELACIÓN ENTRE FACTOR NATURAL Y FACTOR TECNICO-ECONÓMICO
1.Comencemos por analizar el papel de las fuerzas productivas, dentro de la moderna dinámica de las pesquerías. La relación existentes entre el factor biológico y el factor técnico, como aferentes a la formación del producto bruto, viene ahora evolucionando hacia el predominio del segundo.
Antes, eran las condiciones naturales favorables las que pre-determinaban el mayor rendimiento. La anchura de la plataforma arrastrable, su inmediación a las bases, la concentración permanente o estacional de biomasas, la adhesión litoral de ciertas corrientes profundas, y, en todo caso, la distancia a las áreas más fértiles, han jugado papel decisivo en el crecimiento de las grandes potencias pesqueras.
Copiosos ejemplos podrían patentizar la prioridad asumida por los favores de la Naturaleza, en el desarrollo de las más prestigiosas estructuras industriales cimentadas sobre las riquezas del mar. Algunos como el Japón, Perú, la URSS, Noruega, Sud-Africa, Canadá, Islandia, etc. Parecen ejemplos típicos. El primero, el tercero y otros han dejado de serlo.
Sin que el factor biológico perdiera su fuerza, como clave del rendimiento, el factor técnico-económico asume cada día nueva preponderancia. Incluso los países que encabezan la escala mundial de los grandes productores, no apoyan toda su jerarquía en la vecindad de las fuentes. En cambio siempre gana terreno la inversión en equipos dotados de movilidad y capacidad suficientes para tornar accesibles grandes masas de recursos que se tenían como situados fuera de la órbita de una explotación rentable. La relación equipo-rendimiento acentúa cada vez más su prioridad.
El lanzamiento de nuevas flotas sobre el mapa de los mares, responde ahora al principio de la dispersión, contrapuesto al de la concentración operacional. Se dirige hacia fondos densamente poblados, aunque resulten remotos. Norteamérica puede considerarse precursora de este despliegue, al establecer una base atunera en Samoa y al enviar “tuna flippers” hasta el archipiélago de Galápagos, recorriendo más de 3.000 millas. Después, pasando del Pacífico al Atlántico, establece bases industriales en Puerto Rico y Africa ecuatorial. Desde el Mar Amarillo el Japón se proyecta sobre el Pacífico americano y australiano primero, y después se introduce en los hemisferios norte y sur del Atlántico. La URSS canaliza su expansión hacia las mismas latitudes, llegando hasta los bancos de Terranova. Y España, al armar su primera flota congeladora, la destina a los fondos remotos del Atlántico austral. (1)
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