El hombre y su destino, fines de la cultura
19/09/2012
El proceso de la cultura, cualquiera que sea la comunidad en la cual se implante, arranca del hombre. Esta doble unidad viviente, alma y cuerpo, es siempre eje implícito en torno al cual gira la evolución del conocimiento. Pero los ulteriores desarrollos del proceso, a pesar de ser obra del hombre mismo, pueden desviar el curso de aquel, condenándolo a relativa infecundidad en orden a su objetivo impreterible.
Cuando el mito nietzscheano del superhombre aun levantaba ecos en las esquinas del mundo culto, Alexis Carrel lanzaba a los mismos vientos su teoría de L´Homme cette inconu. Tanto las desorbitaciones como las inhibiciones en torno al hombre, así en el terreno filosófico como en el sociológico, debían provocar un movimiento de retorno. El hombre, con su destino a cuestas, como pura existencia dentro del drama universal y al margen de las modas inelectuales, vuelve a constituir el nudo de las preocupaciones contemporáneas.
No se trata solamente de vencer la subestimación del hombre como materia de conocimiento. Ni de profundizar en todo ontológico. Estos pueden ser, entre otros, puntos claves de la reorientación científica o filosófica. Más bien se trata de convertir el destino del hombre, su suerte o su tragedia, en punto focal del progreso de la cultura.
O, en otras palabras, de acomodar este proceso a los sucesivos enriquecimientos y a las mayores servidumbres que comporta la vida del tiempo presente. La vida, cuyas dimensiones tradicionales, inexorablemente ensanchadas por la Revolución Industrial, desbordan la capacidad de los llamados a vivirla.
Señala Toynbee que “una sociedad enfrenta en el curso de su vida una sucesión de problemas que cada miembro de ella debe resolver por sí, como pueda”. Cada problema implica la obligación de someterse a una prueba. Es obvio añadir que, dentro de la órbita de nuestra comunidad, la actividad habrá de ser referida al homo galacticus. Ninguno de sus avatares pueda considerarse indiferente al esfuerzo cultural del país.
El fin primordial de este esfuerzo ha de consistir en tomar al hombre como materia y como espíritu; al hombre con el mundo circundante bajo cuyo influjo alienta, para desarrollar en él las potencias latentes, sin rebasar la limitación contitutiva. Las fronteras inalienables del hombre, aunque sea un genio, están en el hombre mismo. No en el ex-hombre o en el semi-dios.
Por consiguiente, todos los problemas relativos a la existencia gallega y de los medios en que se desenvuelve, deben nutrir en primer término la actividad cultural. Así los problemas en que juegan los factores formativos, como los que condicionan la suerte próspera o adversa de la población por imperativo de cualquier determinismo económico.
Dentro de ese conjunto de fines, llamados a convertirse en polos de la producción cultural, los problemas específicos de la región han de asumir prevalente jerarquía. A nadie más que a los directamente implicados podemos ceder en amor para entenderlos y en capacidad para resolverlos. No hace falta añadir que nos referimos tanto a los problemas de la existencia material como a los concernientes a la vida del espíritu.
*Fragmento de Galicia como tarea, publicado polo Centro Galego de Bos Aires en 1959